El
proyecto de Ley de Televisión Digital sigue en trámite en el
Senado y la semana pasada (el 15 de junio exactamente) obtuvo
suma urgencia de nuevo, lo que significa que el parlamento tiene
10 días para decidir sobre el proyecto. Haciendo un breve
recuento, recordemos que Chile
eligió la norma japonesa de Televisión Digital Terrestre (TDT)
hace 2 años, pero el sistema no ha podido implementarse
porque se requieren cambios en la ley.
Recordemos además que hace algunos meses seintrodujo
un párrafo que permitiría a los canales de TV abierta crear
señales de pago usando espectro electromagnético que es público.
En este contexto, les dejamos esta columna del actor Jaime
Mondría y la
socióloga y doctora en comunicación, Chiara
Sáez.
El proyecto de Ley en trámite en el Senado presenta una serie de
debilidades y falta de garantías para el adecuado ejercicio del
derecho a la comunicación por parte de los ciudadanos. Preocupa
particularmente el juego comunicacional del Gobierno – a través
de la Subsecretaría de Telecomunicaciones – y por otro lado los
grandes canales de televisión agrupados en Anatel.
Mientras el Presidente en el discurso del 21 de Mayo
dice que la TV Digital será gratuita, Anatel defiende el
modelo de TV pagada y
se alista para cobrar a los usuarios por la visión de los
contenidos.
Si los Senadores despachan sin modificar el proyecto tal cual ha
llegado de la Cámara Baja, atentarían gravemente contra un
desarrollo democrático de la digitalización y condenarían
al país a un sistema televisivo menos diverso, menos
representativo y más comercial que el actual.
Los componentes más perjudiciales de la ley
Las concesiones indefinidas, el
50% de pago de la televisión abierta, y el hecho que un
mismo concesionario pueda tener dos concesiones de espectro en
una misma zona geográfica de cobertura, constituyen parte de la
letra chica del proyecto: aquello de lo que no se habla
demasiado -incluso hasta se niega en público- pero que es
nuclear a una ley que sólo busca generar un plan de negocios en
el espectro electromagnético.
La preocupación por estas materias forma parte de las demandas
ciudadanas que no han sido acogidas ni por el Gobierno ni por el
Parlamento.
Con respecto al tema de las concesiones indefinidas,
se trata de una reivindicación que ha defendido Anatel desde un
principio. Más aún, algunos canales demandan derechos de
propiedad sobre las concesiones. Lamentablemente, el gobierno
actual y el anterior han sido incapaces de plantear una
respuesta de Estado ante ella. Y ahora no sólo tenemos a los
antiguos canales públicos (TVN y universitarios) haciendo este
reclamo, sino que al menos Megavisión también reclama este
derecho. Recordemos
que el espectro radioeléctrico es un recurso que pertenece
a todos los chilenos y, por lo tanto, no se puede dar en
propiedad a nadie.
Sin duda, algunos canales pueden tener derechos preferentes al
momento de la transición de sus concesiones a digital, pero
entre eso y las concesiones indefinidas hay mucha diferencia. Lo
más grave es que de hacerse indefinidas estas concesiones, no
existirían causales de revocación. Y esto no genera
incentivos para que los canales de televisión mejoren su oferta
o cumplan con las obligaciones de correcto funcionamiento. La
mayoría de los actuales canales de alcance nacional tienen más
de una concesión indefinida. De hecho, en conjunto, tienen más
de 200. De proseguir el proyecto como está, estas más de
200 concesiones pasarían a ser indefinidas también en formato
digital. Es de esperar que los Senadores puedan revertir esta
situación.
Espectro y mercado
Se prevee que mientras dure el simulcasting (periodo necesario
de emisión simultánea en analógico y digital para los canales ya
existentes), en regiones como Santiago, Valparaíso y Concepción,
se presentarían problemas de escasez de espectro por la cantidad
de concesiones que habrá disponible para los nuevos operadores.
En concreto, durante los primeros años de la era digital, sólo
habría capacidad para 5 nuevas concesiones de espectro en
Santiago. A la hora de hacer efectiva la reserva del 40% para
canales regionales, locales, culturales, educativos y
comunitarios, sólo habría dos canales de este tipo en el
principal centro urbano del país. Algo no cuadra bien: las
expectativas son mucho más amplias que esto.
Sobre el dividendo digital, es decir, las frecuencias
que quedan disponibles luego del apagón analógico, vale
la pena hacer una reserva estratégica, es decir que no se puedan
asignar para usos distintos a la teleradiodifusión. Esto es
importante de señalar ya que se estudia la posibilidad de
asignar una parte mayor de la disponibilidad para servicios de
telefonía o banda ancha móvil.
Urgencia relativa
Uno de los principales argumentos de este gobierno y del
anterior para poner suma urgencia al debate parlamentario, así
como para legitimar el Decreto Supremo 264 (2010) son razones
de penetración de mercado, pero sabemos que el número de
televisores compatibles con la norma brasileña en Chile no
supera los 400.000. Entonces el temido “apagón digital” es
imposible que se produzca. Si consideramos el número de hogares
en Chile de acuerdo al censo de 2002 (4,2 millones) y los datos
del número de aparatos de TV por hogar de la última Encuesta
Nacional de Televisión (2,4), tenemos como resultado que la
urgencia que se está dando a este proyecto de ley beneficia
apenas a un porcentaje de la población de un 6% al 10%.
Sobre este proyecto de ley existen demasiados intereses
en juego. Al
Senado le corresponde decidir a favor de qué intereses va a
legislar. Lo que espera la ciudadanía de él es una
defensa contundente del uso democrático del espectro.