En nuestro mundo acelerado y ruidoso, un buen par de audífonos nos pueden transportar a un lugar privado. Con tan sólo cerrar los ojos y escuchar nuestra música, dejamos a un lado todo lo que nos rodea. Es increíble pensar que hubo personas que nunca pudieron disfrutar de esta sensación (claro, sin tener que utilizar algún tipo de hierbas o plantas), sino hasta hace 50 años atrás.
En 1958, el primer audífono “moderno” salió a luz gracias al emprendedor John Koss (fundador de la empresa de audífonos Koss). Mientras los operadores de radio y teléfono utilizaban un tipo básico de auricular a comienzos de los 1900, Koss diseño su propia versión de un auricular, pero específicamente para escuchar música, que fuera compatible con sonido estéreo. El SP/3 fue el primer audífono de Koss, y fue promocionado junto a un fonógrafo de maleta. Con el pasar del tiempo sucedió que a nadie le interesó el fonógrafo en sí, sino que a la gran mayoría y especialmente a la industria de la música les encanto más el audífono.
Koss, al ver esta reacción de la gente, decidió invertir para mejorar la tecnología de los audífonos, y en 1960 logró una serie de mejoras. Mientras el SP/3 usaba un simple parlante en forma de cono hecho de papel, el siguiente modelo que lanzó en 1962, llamado Pro/4 incorporaba ya un micrófono transductor, que ofrecía una calidad de audio mucho mejor. Y para mantenerse delante de la competencia, en 1968 la compañía introdujo lo que sería el primer audífono electrostático, que utilizaba un set de platos de estátores por cada oreja, que hacían vibrar moléculas de aire para generar sonido.
Tamaño
No es hasta los años ‘80 cuando se pudieron ver modelos más pequeños, baratos y portables, que para muchos de nosotros iban de la mano con el histórico Walkman de Sony. Comparado con los modelos tradicionales (circumaurales) que utilizaban grandes cojincillos para cubrir completamente las orejas, estos nuevos modelos (supraurales) solo iban por encima de la oreja y traían una pequeña espuma que cubrían al parlante, y a la vez ofrecían comodidad por largas horas de música. Mientras los audiofilos y los músicos tendieron a quedarse con el diseño circumaural debido a sus mejores propiedades acústicas, el diseño supraural tomo mucha fuerza en el resto de la gente, ya que era más barato.
Luego en 1990 aparecen los típicos audífonos que se insertan en la oreja. Estos eran baratos, pequeños y cabían enrollados en cualquier parte, pero como no bloqueaban el sonido exterior, la mayoría de la gente tenía que subir el volumen a niveles peligrosos para nuestro oído, para evitar los ruidos externos.
Similares a estos audífonos, aparecieron casi al mismo tiempo los monitores (canalphones). Estos también van dentro de la oreja, pero a diferencia de los anteriores, van directamente dentro del canal del oído, lo cual soluciona el problema de tener que utilizar altos volúmenes, simplemente bloqueando el sonido externo tal como si nos tapáramos los oídos con los dedos. Estos tienen una calidad de audio muy superior, pero no son muy convenientes al momento de compartir la música con tus amigos, ya que además compartes algo de tu cerumen.
Existen otras variedades de audífonos como los con sonido surround, que utilizan más de un parlante por oreja para crear la ilusión de sonido direccional. En 1989, Bose introdujo los primeros audífonos con cancelación de ruido de uso comercial, que fueron utilizados en su mayoría por pilotos. Esta nueva tecnología permitía obtener casi la misma calidad que los audífonos circumaurales, pero con la ventaja de poder utilizarlos en ambientes ruidosos como aviones y trenes.
Y para terminar con los fastidiosos cables enredados, están disponibles en la actualidad audífonos inalámbricos con tecnología ya sea bluetooth, radio frecuencia o infrarrojo. A gusto personal sigo prefiriendo aquellos con cable por la mejor calidad de audio y la casi nula interferencia que tienen.
Habrá que ver que nos deparará el futuro en el audio portátil, ¿qué creen ustedes que será la siguiente evolución?
Fuentes:
http://www.fayerwayer.com