No son pocos los misterios que han fascinado al hombre durante
milenios: desde cómo se originó el universo hasta si acaso fue
primero el
huevo o la gallina. Sin embargo, hoy toca a un grupo de
investigadores británicos responder a otra interrogante que más
de alguno debió haberse planteado en reiteradas ocasiones, ya
sea estando sobrio o ebrio (aunque me inclino más por esta
última): ¿por qué unas cuantas cervezas en el cuerpo pueden
distorsionar la realidad al punto que la mujer menos agraciada
podría parecerse a Angelina Jolie?
La respuesta la trae una vez más la experimentación científica –aunque desde ya planteo mis dudas metodológicas, por el escaso tamaño de la muestra empleada–, de mano de algunos investigadores de la Universidad de Roehampton, en Londres.
Lo primero a tener en cuenta es que al ser humano le tiende a parecer bello aquello que es simétrico (habrá un cúmulo de siglos enteros en la historia del hombre donde existía fascinación por las formas de arte más asimétricas y distorsionadas posibles, pero eso ya es otro cuento). De forma tal que, así como un urbanista de la Grecia clásica se fascinaba por los jardines dispuestos de forma pareada y con medidas armónicas, al hombre moderno le gustan los rostros y los cuerpos bien proporcionados y simétricos.
La tesis de los investigadores británicos es que a mayor concentración de alcohol en la sangre, la sección del cerebro encargada de percibir la simetría se verá más afectada, con lo que dicho órgano se vería “confundido” y llevaría a ver simetría donde no la hay, a la vez que la capacidad de detectar la asimetría se vería inhibida. Dicho de otra forma, mientras más cervezas sean, las caras menos agraciadas y simétricas comenzarán a lucir mejor con mayor rapidez.
Para verificar lo anterior, los investigadores interrogaron a 64 estudiantes –entre gargantas de lata y abstemios–, a quienes se les mostró 24 pares de rostros (uno simétrico y otro asimétrico), de forma tal que definieran en cada caso cuál de los dos les parecía más bello.
Posteriormente, a cada uno de los estudiantes se les volvió a mostrar un único rostro, para que determinaran en cada situación si este último era simétrico o asimétrico.
Los resultados arrojaron que aquellos sujetos en estado de ebriedad enfrentaron mayores complicaciones a la hora de decidirse por uno de los dos rostros, en tanto dicho problema no se reiteró en el caso de quienes no se tomaron más que un agüita mineral.
Las mujeres son las más afectadas
El estudio remató sosteniendo que las mujeres se vieron afectadas en mayor medida que los hombres a la hora de tomar sus decisiones.
Si bien no se señaló ninguna tesis que explique con exactitud el hecho anterior, los investigadores conjeturan que aquello podría deberse a que el cerebro masculino tiene una mejor orientación hacia la parte visual.
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Fuente: www.fayerwayer.com