Ciertos fabricantes o empresas de servicios diseñan sus productos o servicios de modo que éste se torne obsoleto o inservible tras un período de tiempo. Para la industria, esta planificación encubierta del fin de la vida útil de un producto o servicio estimula positivamente la demanda, al alentar a los consumidores a comprar nuevos productos si desean seguir utilizándolos.
En 1881, Tomas Edison desarrolla una bombilla que duraba 1500 horas. Treinta años más tarde las bombillas tenían una vida útil certificada de 2500 horas. Pero en 1924, un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos pactó limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1000 horas.
Tras el Crash del 29, Bernard London introdujo el concepto de obsolescencia programada y propuso poner fecha de caducidad a los productos, lo que animaría el consumo y la necesidad de producir mercancías.
Obsolescencia Percibida
Una variante de la obsolescencia programada es la obsolescencia percibida, que se produce cuando la maquinaria publicitaria empresarial se pone en marcha para crear en el consumidor la necesidad de poseer el último modelo, aunque sus nuevas características sea en la mayoría de las ocasiones superfluas.
El diseñador
industrial Brooks Stevens sentó las bases de esa obsolescencia
percibida: "Es el deseo del consumidor de poseer una cosa un
poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea
necesario". Ya no se trataba de obligar al consumidor a cambiar
de tecnologías, sino de seducirlo para que lo haga con nuevos
diseños o innovaciones.
Un ejemplo reciente está en el lanzamiento de la consola
Nintendo DS Lite. Se trataba de un nuevo modelo que, en cuanto a
capacidades técnicas, era igual que su predecesor (podía
utilizar los mismos juegos), pero contaba con una pantalla mucho
más luminosa, un tamaño menor y, como punto clave, un diseño
claramente superior.
Comprar, tirar, comprar. "Un artículo que no se estropea es una
tragedia para los negocios"…
Decrecimiento
Los partidarios del modelo actual de economía de crecimiento
continuo, donde se incluye el postulado de obsolescencia
programada, eximen que así las fábricas continuarían
produciendo, la gente seguiría comprando y todo el mundo tendría
trabajo. Sin embargo, para los detractores, este modelo es
insostenible aplicado a nuestro planeta ya que éste es limitado.
Solo una pequeña parte de los productos consumidos son
reciclados, la mayoría son enviados: a vertederos de los propios
lugares de uso; o a vertederos en otros países, como Ghana,
aduciendo que son
productos de segunda mano.
Como alternativa se plantea el movimiento denominado
decrecimiento, que es favorable a la disminución regular
controlada de la producción económica con el objetivo de
establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano
y la naturaleza, minimizando la huella ecológica….
Fuente:http://www.cienciapopular.com