Al igual que las obras de arte, los ecosistemas son un delicado
patrimonio a conservar con sumo cuidado, y que hay que recuperar
en caso de sufrir un deterioro. La restauración ecológica
reconstruye un ecosistema perturbado por el impacto humano para
que vuelva a ser lo más parecido posible a su estado natural.
Según la Sociedad de Restauración Ecológica (SER en sus siglas
inglesas), se trata de una actividad que inicia o acelera la
recuperación de un ecosistema en lo que se refiere a su salud,
integridad y sostenibilidad.
El desarrollo natural de un sistema ecológico presenta muchas
variables que no se pueden ni deben controlar. Por ello, la
restauración trata de generar sistemas que funcionen según los
principios ecológicos, capaces de mantenerse y madurar por sí
mismos. En este sentido, el proceso de recuperación no repite la
trayectoria del ecosistema antes de la perturbación.
Antes de comenzar un proyecto de restauración, es necesario
diagnosticar la situación del ecosistema degradado y definir los
resultados que se pretenden. Una restauración integral se logra
sólo si el ecosistema y su entorno mantienen un nivel aceptable
de conservación, y tras un período de tiempo a veces
considerable. Por ello, en muchas ocasiones sólo se puede
recuperar algún aspecto funcional importante.
La labor de restauración requiere una labor de equipo en el que
haya economistas, sociólogos, ecólogos, edafólogos (expertos en
suelos) o ingenieros, y en el que resulta recomendable la
presencia de alguna persona con experiencia previa en casos
similares. Los encargados de los trabajos de restauración tienen
que retirar los elementos contaminantes, tratar o reemplazar los
suelos degradados, acondicionar el ciclo de agua e introducir
especies nativas favoreciendo su desarrollo. Además, la
concienciación ciudadana es importante, por lo que resulta
conveniente desarrollar una campaña de información y educación
ambiental.
Algunos expertos en Ecología critican que muchas prácticas de
restauración ecológica deterioran más que recuperan el medio
ambiente, porque se realizan con fines de lucro o
propagandísticos, o bien porque las disposiciones legislativas
no se definen con claridad o no son seguidas con rigor. Por
ejemplo, algunos proyectos de restauración ambiental se
contratan como obras corrientes, olvidándose la fase de
estabilización de las poblaciones biológicas. Los expertos
afirman que sería conveniente ampliar el límite de tres años que
establecen en la actualidad los proyectos del Plan nacional de
Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+I).
Las primeras restauraciones ecológicas como tales fueron
conseguidas en las praderas de Wisconsin (Estados Unidos) en
1935 por Aldo Leopold, uno de los pioneros en la materia, aunque
algunas aplicaciones llevan realizándose desde hace cientos e
incluso miles de años. Sin embargo, el estudio de la
restauración ecológica como una disciplina científica sólo tiene
dos décadas. En 1987 se creó la Sociedad de Restauración
Ecológica, que edita la revista "Ecological Restoration", de
consulta imprescindible en este emergente campo.
En España, la Constitución de 1978 incluye la restauración
ecológica a título de mandato, aunque según los expertos la
obligación de reparar el daño causado ha sido escasamente
recogida por la legislación española, y apenas se ha
desarrollado, salvo en minería.
Cómo
conseguir una buena restauración
Los expertos hablan de diversos criterios
para comprobar si la restauración se ha completado con éxito,
aunque algunos son complicados de llevar a la práctica debido
esencialmente a su coste:
- Sostenibilidad: Los organismos vivos sobreviven y se
reproducen sin ayuda del hombre.
- Protección frente a invasiones: Los sistemas poco naturales
son bastante susceptibles a invasiones
biológicas y las
invasiones son síntoma de que
en los ecosistemas hay un uso incompleto de la luz, agua y nutrientes.
- Productividad: El sistema restaurado debe ser tan productivo
como el original.
- Retención de nutrientes: Si el sistema final pierde más
nutrientes que el original, no se ha restaurado
convenientemente.
- Interacciones bióticas: Constituyen un buen indicador cuando
faltan, especialmente las más esenciales, como la polinización o
las asociaciones
para fijar fósforo o nitrógeno.
- Biodiversidad: Un sistema restaurado debería tener iguales
índices que el histórico o uno sano equivalente.
Fuentes: consumer.es